lunes, 25 de octubre de 2010

6. BYE BYE JAVA

Como isla superboblada que es y con una de las mayores densidades de población del mundo me imaginaba Java caótica, ruidosa y agobiante. Sin embargo la realidad ha sido radicalmente opuesta. Aún me pregunto dónde están los 120 millones de personas que la habitan. Sus gentes son unas de las que mejor recuerdo guardo de todo el viaje. Son tranquilos, respetuosos, simpáticos, sonrientes y siempre dispuestos a ayudar.
El único “pero” es que si bien no he tenido sensación de agobio en los pueblos y ciudades la cosa cambia cuando vives en la carretera. Entonces descubres dónde están los 120 millones de personas... El tráfico es salvaje y los autobuses auténticos kamikazes con licencia para matar.
Pero eso se olvida pronto cuando eres bien tratado. No así el Ramadan, que como fiesta religiosa que es no me siento ni partícipe ni agusto, más aún cuando eso significa un casi permanente insomnio. Sigo preguntándome por qué a las 2 de la mañana, cuando la mayoría de las personas duermen, los altavoces de las mezquitas disparan a todo volumen discursos grabados, o dejan que niños de corta edad chillen al micrófono para desgracia de este humilde ciclista...Pediría a Alá, si no es mucho atrevimiento, que haga disfrutar a sus fieles el Ramadán de día, pero que respeten la noche.
A diferencia de Sumatra he agradecido eternamente el encontrar buena comida en cualquier lado. Recordaré la gente trabajando los campos, las conversaciones de los restaurantes, los fuegos artificiales de las noches, la infinita hospitalidad de la gente de “Bike to Work”, los volcanes del este de Java, los héroes del Ijen y mi reencuentro con una amiga como Serena...
Terima Kasih Jawa

lunes, 13 de septiembre de 2010

5. Tierra de volcanes

No hay isla en Indonesia sin su volcán. Venerados por unos, odiados por otros, los volcanes en activo son un fenómeno que me llama mucho la atención. En el este de Java puede visitarse dos de ellos: Kawah Ijen y Bromo. Cada uno por una cosa distinta, ambas montañas no deberían dejar indifrente a nadie.

Y es quizá por lo que ocurre cada día en sus entrañas, que el Kawah Ijen sea mi preferido. Ya en el ascenso al cráter uno se da cuenta de lo que se va a encontrar más arriba. Grupos de porteadores suben con sus cestas vacías mientras otros bajan lenta y penosamente con una carga tan preciada como traidora

En el corazón de la caldera se dejan literalmente la vida por un sueldo que a tenor de su valor en rupias muestra claramente que sus vidas valen muy poco.

Porque respirar veneno...

... y arrastrarlo montaña arriba y montaña abajo....

... merece una recompensa mayor, por muy bellas que sean las vistas

Más hacia el oeste se encuentra el venerado Bromo, todo un icono turístico de la isla. A él se acerca todo buen javense que se precie, y es que es un destino obligado para los urbanitas de la capital que se mueren de ilusión por cambiar, por unas horas, el aire acondicionado del coche por un gorro, unos guantes y un abrigo. Como borregos, acudimos puntuales a la cita: el amanecer

Y contemplaremos como este paisaje que parece sacado del cuadro de la Gioconda de Leonardo Da Vinci va cambiando poco a poco de colores hasta que llegarán las nubes y aguarán la fiesta y nunca mejor dicho

Pero nos marcharemos satisfechos, y la mayoría orgullosos de sus nuevos guantes y gorros bordados con la palabra “Bromo”, que algunos usarán hasta incluso cuando unas inoportunas gotas de sudor recorran el lateral de sus rostros y evidencien que su uso ya ha caducado.